Calavera no chilla



I-

El oficial Ramírez se mira el puño lleno de glitter y sangre. La imagen lo lleva a los carnavales de plaza Flores en su niñez, cuando el glitter era brillantina y los hombres solo se vestían de mujer para disfrazase, para burlase de ellas. Se limpia con asco contra una pared de la celda común y murmura "mariposón de mierda, te vamos a corregir a golpes a vos."
Lohana se queda quieta en el suelo, lo mejor es no levantarse pese a que podría ganarle la pelea al oficial sin grandes problemas. Sabe que las reglas del juego son otras. Tararea por dentro una canción de Madonna, como para estar calmada. Del otro lado de unas puertas vaivén se escucha una voz femenina profiriendo a gritos artículos del código penal. Aun boca abajo Lohana sonríe, la doctora Lastra llegó a la comisaria y esta noche no va a morir en esa celda mugrosa.

—Quiero hablar con el comisario.
—¿Que pasa doctora?
—¿ Por qué está detenida?
—Usted sabe  muy bien por qué está detenido, siempre lo mismo, lo pescamos trabajando.
—Si ELLA estaba trabajando que se pague la contravención y déjela salir.
—No, esta noche se queda.
—¿Ah sí? Entonces mañana a primera hora, usted va a tener una denuncia por privación ilegitima de la libertad. ¿Qué juez está de turno?
—Almeida.
—Almeida. Perfecto. Vamos a ver qué opina él… ¿Habla usted o hablo yo?
—Deje deje, yo me arreglo con el juez, para sacarlo son 150 pesos.

De mala gana el comisario llena unos papeles y avisa  Ramírez que suelten al reo Julio Méndez, éste lo mira desconcertado.

—Al travesti Ramírez, al travesti.

El oficial se encamina hacia la celda común puteando bajito,buscando entre el manojo de llaves la que suelte al reo. Lohana ya está esperándolo  apoyada en la pared con las  piernas cruzadas y algo parecido a una sonrisa.  "Ya llego Milly?"
Milagros Lastra es una mujer de mediana edad, bajita, con unos ojos negros que desollan y una voz gastada que profiere indistintamente puteadas y artículos del código penal cada vez que hace falta. Hace ya un año que trabaja para las prostitutas, y metida en el ambiente del trabajo sexual, llegó a conocer muy bien a Lohana y sus ideas. Y le encantan.

Como perdida en la escena , en el fondo de la sala, Camila, la hija de la doctora Lastra espera. Tiene quince años, un jean gastado y una remera de Bugs Bunny negra que apenas le marca las curvas. Se siente incómoda observada por  los agentes de la 14 pero no puede dejar de pensar que la que está mirando una película es ella. 
Con la inocencia y urgencia de todo adolescente, lo único que Cami  quiere esa noche es conocer en vivo y en directo a una travesti. Corren los noventa y el transfeminismo todavía no se instaló en los jóvenes. A ella  la mueve el deseo y también un poco el morbo. Todo su conocimiento  respecto de la cultura trans  es  una fantasía armada de transgresiones mostradas  a trasluz de revista porno, en conflicto con un relato progresista familiar sobre sexualidad e identidad.Son las dos de la madrugada y mañana es día de escuela, pero le rogó tanto a su madre que la llevara, que hasta le prometió  que pase lo que pase iba al colegio igual. Y finalmente...se salió con la suya.

Después de papeles completados y agentes con caras de culo salen las tres de la comisaria, pero la doctora  no término esta noche, le quedan dos compañeras más para sacar, todas en zona norte. Hace números en la cabeza, aprieta la boca. Si lleva a su hija a la casa no va a llegar a tiempo y en estos casos cada minuto cuenta. Pero no se anima. Meterla en dos comisarías más le parece demasiado. Lohana percibe el dilema.

-Me la llevo a casa que está acá nomas, vos anda.
-Segura?
-Si, obvio, después la pasas a buscar.
-Escuchaste? Te quedas con ella hasta que llegue yo- le dice mientras prende  un pucho. Camila asiente moviendo la cabeza muy rápido para arriba y para abajo pero no sonríe. Trata de no mostrar toda la emoción que siente. No es muy buena para eso.

2-

Caminan las tres juntas hasta  Santa Fe y Julian Alvarez. Se saludan con un abrazo largo. Mientras aprieta con amor a su hija, Milagros le dice al oído "portate bien y no le des charla." Camila se rie y le da un beso en el cachete.

-Si, ya sé ma, mañana tengo clase.

Milly vuelve a abrazar a Lohana con un gracias entrecortado, despues se queda un momento mirando a la pareja disonante alejarse por la avenida Santa Fe. Camila agarra a Lohana de la mano con una naturalidad forzada, quiere mostrar un proud gay que le falta, pero quiere. La colorada es grandota y tiene la piel color Misiones. Camina segura, relajada,como un jaguar, con pasos largos y rítmicos. La puber que venía saltando como conejito hasta ahora atrás de ella decide imitarla. Ella la mira de costado y se sonríe.
Llegan a la casa y mientras se baja de los tacos de acrílico enfila para la cocina.

-¿Querés un té?
-Mejor un café.
-Te hago un té.

Camila se sienta en la mesa plegable de la pared en un espacio minúsculo. La cocina de su casa es igual. Somos iguales se dice si creérsela mucho. En el fondo sigue tratando de descubrir al hombre detrás de la mujer. Pero Lohana no es nada de eso, es la definición misma de lo no binario. Faltan décadas para hablar de cuerpos disidentes pero esta mariposa ya sabe todo y lo muestra en cada movimiento. Le alcanza el té y se sirve uno ella.

-¿Que pensás de lo que hace tu mama?
-Mi mama es una revolucionaria (Camila siempre contesta lo mismo)
- Sí, pero que pensás.
-Que está bien. Que la policía es una mierda.

Lohana le señala su labio partido, medio hinchado.

-¿Crees que esto que me pasa es sólo culpa de la policía?

La quinceañera no tiene respuesta para eso, su estereotipo travesti estilo vedette estallada de Olmedo se desarma en cada gesto cotidiano que observa en su interlocutora. No sabe ni como hablarle,  pero sentada en la cocina con el té en la mano, se siente igual que con su Tía Nereida en Moreno, los domingos a la tardecita. Eso la anima a pensar en voz alta.

-No sé por qué te pasa. Pero sé que está mal.
-Por ahí lo hacen porque me ven rara. ¿No te parezco rara?

Ahora Camila sì se incomoda, se siente descubierta en su curiosidad. Mira al piso y y recorre las baldosas con el borde de la zapatilla. Lohana se ríe.

-Yo sé que soy rara. Pero raro es bueno, es diferente.

Se alivia con la respuesta, conoce la sensación de rareza en su propio cuerpo, desproporcionado y torpe. Piensa otra vez en las similitudes.

-Yo también soy rara.
-Si, ya se… ¿sino que haces acá?

Cami sigue recorriendo los bordes del piso con la punta de su Topper blanca -No sé. Quería venir. Quería conocerte. Preguntarte cosas. Mi mama habla todo el tiempo de vos.-  Como cualquier madraza orgullosa, la misionera se acomoda el escote, se corre el pelo para atras y abre grande  los brazos.

-Bueno acá estoy… preguntame.

Camila sube la mirada a los azulejos marrones de la pared del fondo. Quiere hacer la pregunta correcta.

-¿Por qué elegiste este trabajo?
-¿Tantas opciones no tengo, no?

Malísima la pregunta, se queda callada. Se quiere matar.  La mira para ver su reacción. Del otro lado una sonrisa dura, llena de historias tristes. Pero sonrisa al fin. Trata de nuevo. Lo dice despacito, pero siempre mirándola a la cara.

-¿Qué es el amor para vos?

Lohana suspira profundo. Dice que sí con la cabeza como si un recuerdo la visitara en forma de respuesta. Se para y pone de nuevo  la pava.

-¿Por ahí podemos cambiar a mate, no? Porque esto viene para largo y total seguro que vos mañana a la escuela no vas.

Camila esboza media sonrisa, sabe que la pregunta fue buena y también sabe que mañana del colegio no zafa. 
Lohana la pesca en el aire, la palmea en el hombro con cariño y saca la pava del fuego.

-Mirá vos chiquita, al final sí éramos parecidas, dos  mariposas nocturnas.-Se rie socarrona- Es así mi vida, es así…calavera no chilla.

Antes de sentarse, le regala a la adolescente una mirada cómplice. Después  sacude el mate un par de veces para sacarle el polvillo, acomoda la bombilla y arranca.

-Bueno, el amor:

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