Otra carta para tu cumple

 Van a ser casi dos años y no he podido hilar una palabra sobre mi padre. Hoy es su cumple y ecesito escribir.

Mi viejo era un tipo tan pero tan interesante que creo que merece (ahora que puedo escribir sin desarmarme en llanto) una fotografía literaria.
Luis Orozco fue un Rockstar, yo fui la hija del rockstar. La princesita Orozco.
El tipo era insanamente seductor, siempre el centro de las reuniones, siempre el quilombro de la fiesta. Incisivo, rosquero, divertido, encantador.
Era un cuadro revolucionario, listo para cambiar al mundo… en un mundo que se cansó de defraudarlo.
Amaba a su pueblo con furia, sufría como un perro por ello pero jamás lo admitía.
Compulsivamente mujeriego, rápido para los números, bueno para los negocios. Odiaba esa parte de sí mismo con las tripas, pero era pragmático y no se permitía tonteras de Korea del centro.
Si no podía vencer al capitalismo al menos le iba a meter un dedo en el culo.
Lo he visto llorar tres veces, una de esas lo hice llorar yo. Fue intencional y jamás podré perdonármelo.
Me ha dicho cosas irreproducibles, pero tan tan graciosas que era imposible no perdonarlo.
Es el tipo más generoso que he conocido, tanto que era capaz de armar una red mentiras estilo KAOS con tal de ayudar a alguien sin que se enterara. No tuvo el reconocimiento que merecía, eso en el fondo le rompía el corazón.
La vida le dio un hijo varón, Martin, tuvieron juntos una dinámica hermosa. Tuve tantos celos…
Mi padre me enseño a guerrear, a rosquear, a no creérmela y a nunca darme por vencida. Hizo lo que pudo para hacerme fuerte (casi me mata en el intento) Soy bastante ñoña, pero indestructible. Bien hecho pa!
Me enseñó a hacerme dueña de las frases “Yo puedo todo-Yo no necesito nada” frases mentirosas pero que te ayudan a levantarte cuando estás en el piso.
"Una rodilla en ring Pipi", me decía, "necesitas solo una rodilla en el ring."
Me decía Pipi, de píccola, me decía Pipi y mil derivados. Me mostraba su amor como a sus gatas. Era hermoso.
Tenía los ojos verde lluvia y unas manos pequeñas y regordetas, la voz de pucho y la altivez de todo petiso (no era taan petiso pero amaba decir soy petiso y me la piso)
Tuvimos la relación más tormentosamente feliz posible. Así éramos: imposibles, peleadores. Dramáticos hasta la locura, pero después de cada guerra mundial que desatábamos, abría un vinasi y listo. Pobres todos los que quedaban en el medio de las batallas.
Se fue como quiso, en su ley.
Lo encontramos, no tirado en el piso, sino arrodillado. La copa de Champagne en la mesa, el pucho a medio terminar.
“Una rodilla en ring, Pipi…solo eso”
No ha pasado un día sin que lo nombre, un día sin sentir este dolor que a veces creo que va romperme. Me apena que no pueda saberlo.
Hoy es su cumple. Y para su cumple desde que aprendí a escribir le escribía una carta (hasta edades que me avergüenza admitir) ésta podría llegar a se una…
Si usted lo conoció sabe de lo que hablo.
Sino, se perdió de conocer a un tipazo.
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