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Prometes?

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Movemos los soles y las historias.  Muevo el recuerdo a un rincón sin llagas en un tiempo de vals tocado de memoria migas de pan  flores en la mesa un piano sin partituras  Tambien promesas honestas y rotas  Al final nos queda la sonrisa  y la pregunta retórica redentora Qué sería de nosotros sin el amor?

Otra carta para tu cumple

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  Van a ser casi dos años y no he podido hilar una palabra sobre mi padre. Hoy es su cumple y ecesito escribir. Mi viejo era un tipo tan pero tan interesante que creo que merece (ahora que puedo escribir sin desarmarme en llanto) una fotografía literaria. Luis Orozco fue un Rockstar, yo fui la hija del rockstar. La princesita Orozco. El tipo era insanamente seductor, siempre el centro de las reuniones, siempre el quilombro de la fiesta. Incisivo, rosquero, divertido, encantador. Era un cuadro revolucionario, listo para cambiar al mundo… en un mundo que se cansó de defraudarlo. Amaba a su pueblo con furia, sufría como un perro por ello pero jamás lo admitía. Compulsivamente mujeriego, rápido para los números, bueno para los negocios. Odiaba esa parte de sí mismo con las tripas, pero era pragmático y no se permitía tonteras de Korea del centro. Si no podía vencer al capitalismo al menos le iba a meter un dedo en el culo. Lo he visto llorar tres veces, una de esas lo hice llorar yo. F...

Calavera no chilla

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I- El oficial Ramírez se mira el puño lleno de glitter y sangre. La imagen lo lleva a los carnavales de plaza Flores en su niñez, cuando el glitter era brillantina y los hombres solo se vestían de mujer para disfrazase, para burlase de ellas. Se limpia con asco contra una pared de la celda común y murmura "mariposón de mierda, te vamos a corregir a golpes a vos." Lohana se queda quieta en el suelo, lo mejor es no levantarse pese a que podría ganarle la pelea al oficial sin grandes problemas. Sabe que las reglas del juego son otras. Tararea por dentro una canción de Madonna, como para estar calmada. Del otro lado de unas puertas vaivén se escucha una voz femenina profiriendo a gritos artículos del código penal. Aun boca abajo Lohana sonríe, la doctora Lastra llegó a la comisaria y esta noche no va a morir en esa celda mugrosa. —Quiero hablar con el comisario. —¿Que pasa doctora? —¿ Por qué está detenida? —Usted sabe   muy bien por qué está detenido, siemp...

Redención

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               Cerraste la ventana. Acomodé   mi banco debajo de ella. Y esperé. Entusiasmada, imaginé que éste sería el estandarte perfecto de mis sentimientos. Esperar el perdón, la vuelta del amor, al nido. No fue planeado, no…quizás un acuerdo tácito entre partes, un siempre te voy a querer pero no sé si te voy a amar. Así nació el acuerdo: “yo puedo esperar” pensé, “yo puedo todo” pensé ¿O acaso el amor no es también redención? No calculé sin embargo las vicisitudes del tiempo, porque si el amor es un animal inestable, el tiempo es una furia ciclotímica que va de inmóvil a supersónica sin razón aparente, o con las razones contrarias a las de una.     Y así con su paso lento, así como la luna desaparecía pedazo a pedazo, yo misma iba consumiéndome, pero gastada y feliz soportaba la afrenta. Mis carnes se secaron y mi boca árida repetía tu nombre junto al mío para no olvidarnos. Llegand...

Sumergida

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Largo el aire lento me hundo tanteo el fondo busco monedas solo dos para tu viaje (Buen viaje) el cielo se invierte En este espejo boca abajo, se mueren los pececitos imaginarios que nos prometimos en otro Capri  Un cielo al revés  un pez al revés una promesa al revés  Acá hay sin embargo  un consuelo  No estas  ni yo no hay ausencias Solo el silencio (Quizás podríamos?   quedarnos acá ahora  que no estamos quizas...) Un espasmo el cuerpo lucha No quiero pero Es inevitable empujo el fondo los pulmones resisten me impulso y lento ingrávida subo gira el espejo resucito No quiero pero... es inevitable vuelvo al dolor que se hace callo a tu ausencia al milagro estúpido y cruel de estar viva No quiero pero... es inevitable

Siesta

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Con la cabeza girada hacia la pared, contaba las hojas de los rosales en el empapelado  sin  poder conciliar el sueño. Los resortes del colchón de lana rechinaban en cada mínimo movimiento. —¿ D ormís? Giró y lo vio mirándola desde la otra cama. Las siestas de enero eran semejantes a una cortina de voile translucida que todo lo cubría. Pero a ellos ese hechizo no llegaba a tocarlos. —¿Vamos en bici hasta el ombú?       —No Roque, que mi abuela se va a despertar.       —¡Daale! vamos y venimos antes de las cinco. Ni se va a dar cuenta. —Sí se va a dar, dormí. Giró de nuevo hacia la pared, mientras con el dedo recorría las flores descoloridas por el sol. Empezó a contar para adentro, sabía que no él no se iba a dar por vencido tan fácil. Lo adivin ó  bajarse de la cama. Acercarse sigiloso hasta la puerta.  —¿Qué hacés?    —¡Shhhhh! que la vas a despertar.     —¿ yo la vo...

Navidad

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          —Tengo miedo de sentirme enamorado. Cruzábamos Cabildo tomados de la mano apurados por la lluvia y yo no esperaba escuchar algo así.             —¿Por qué miedo?   —Porque enamorarme es como perder una parte de mí mismo. Hacía días que la lluvia no paraba y estaba convirtiendo a la ciudad en un paisaje mayormente sonoro. Cada paso entre charcos, cada gota sobre las cosas, le daba a las calles una densidad acústica que volvía todo un poco más grave. Un recuerdo de la infancia cruzó mi mente. 1983, la navidad que no nevó sino que llovió.              —¿En qué pensás? Mentí.  Dije algo sobre la valentía, sobre el riesgo de amar y las ventajas de abandonar la ilusión del control al entregarse a lo desconocido (dije algo que sabía que no podía ser refutado) Pero en el fondo compartía ese temor, no desde la angustia ante lo i...