Siempre

   
                                                              (Dedicado a mi querida Lee)


El festejo había comenzado la noche anterior, en un deseo de disfrutar descontroladamente los dieciseis años de C. Pero  ese año tres de Junio caia martes, y por mas  vida calavera que quisieran vivir, C y S  tenían que ir al otro día al colegio.

Un golpe seco contra la madera, seguido de un leve quejido llamó la atención de Ricardo Eliseo Salas mientras terminaba el cuadro sinópico numero mil en el pizarrón verde militar. 
Curioso giró la cabeza hacia la clase y descubrió a C. Kiunig refregándose la frente en un gesto de dolor, a su lado S. Oroso tratando de contener la risa miraba hacia la ventana.
   
-Buen día Kuinig.- le dijo irónico.
 C contestó avergonzada.
 -Buen día profesor.
 -¿Noche larga?
 -Más bien corta- intervino S- inexistente bah…
   
Ahora era C la que aguantaba la risa y pateaba a S como disimulando debajo del pupitre. Se miraron cómplices, se chocaron suavemente las cabezas en un gesto de amistad y siguieron copiando en sus carpetas lo expuesto en el pizarrón como si nada. Esto irritó profundamente al profesor.
-Ustedes jovencitas se creen muy vivas en esa actitud ¿no? Tan compinches, protegiéndose una a la otra, riéndose de los profesores - las palabras de Salas destilaban resentimiento- Creen que el mundo es suyo, que esto va a durar para siempre. La risa, la amistad…bueno déjenme decirles algo. Esta amistad de secundaria no va a durar mucho, por el contrario, ya verán cómo, en un par de años, ustedes mismas serán completas desconocidas.

El discurso borró de un zarpazo las sonrisas de las caras de las adolescentes, era un pronóstico bastante oscuro para un Martes a las ocho de la mañana,  pero como lo había hecho el profesor, por respeto a la autoridad no dijeron nada y continuaron copiando en silencio. No volvieron a hablar en toda la clase, un extraño sentimiento las había invadido y sin quererlo las había llevado a un mutismo que duró los 50 minutos que faltaban para el recreo de las nueve y cinco.

Cuando sonó el timbre, se levantaron apresuradas y salieron del salón hacia el patio principal en busca de su  clásico sánguche de milanesa de las nueve. 
    
Se sentaron bajo el pino gigante plantado en el medio del predio y en silencio comieron. S fue la primera en romper el hielo.
    
-¿vos crees que sea asi?
-¿Qué cosa?
-Ay ya sabés… lo que dijo la RES.
    
C rió, el comentario aludiá al cinturón que el profesor llevaba orgulloso a la escuela cada mañana, ostentando un chapón de alpaca con sus iniciales grabadas.
    
-Ay no seas mala! Está robusto pero no es para decirle vaca!
-Y si el mismo se dice RES! al menos lo asume el gordo resentido. Bueno contéstame, ¿crees que algún día seremos extrañas?
    
C miró hacia el piso, frunció el ceño y recorrió la línea de las baldosas sin decir palabra. S conocía el mecanismo, cuando C no hallaba respuesta o algo la incomodaba demasiado, guardaba silencio y contaba baldosas.
    
- C kiunig te estoy hablando, no te evadas! 
-Y que se yo!-estalló C- no se! no sé que va a pasar, por ahí el gordo tiene razón, por ahí  vamos a ser como todos los demas, y todo esto va a terminar después de quinto año, por ahí no volvamos a vern…- volvió a callar, a mirar el piso.
        
S miró a su amiga, acongojada, preocupada, casi perdiendo la fe. Con
un gesto algo altivo, S chasqueando la lengua miró hacia la nada y
dijo sin grandes preocupaciones.
  
- Yo creo que no, que  la RES está equivocada y nosotras vamos  a estar juntas por largo rato.
      
El comentario era extraño en su boca, usualmente ella era la pesimista
y C la que levantaba los ánimos, pero su amiga estaba angustiada y
por un momento, la agorera de la dupla pudo cambiar de roles… C sonriendo contestó.
       
-Tenés razón, vamos a ser amigas para  siempre.
       
-Bueno, bueno… siempre es mucho tiempo (S volvia a ser S)
      
-No no, siempre! (C volvia a ser C) vamos a tener hijos y van a jug...
 -Yo no voy a tener hijos.
 -Bueno boluda! YO voy a tener hijos y vos vas a ser la la tia.
        
Ahora S reia. 
-Ah si? Y contame¿Cómo va a funcionar eso? ¿Cómo va a ser la hija
y la sobrina de estas dos perdidas, que bailan hasta que sale el sol, no duermen, toman como marineros, comen como camioneros y creen en la revolución social?
       
-Ahhh…Va a estar buenísimo,vas a ver. Vamos a seguir siendo nosotras, como somos nosotras… pero otras nosotras.- y le guiñó el ojo.
       
S contempló a su amiga emocionada. Así era C, concreta, optimista,
algo tontona cuando reía, inmensamente inteligente y con una
humildad que enseñaba. C era la única persona en quien S confiaba
ciegamente y se sentía tan agradecida de tenerla como hermana de la
vida, que en un arrebato la abrazó fuerte y le dijo con la voz
entrecortada.
       
 -Te quiero amiga, siempre vamos a estar juntas. ¡Siempre!
       
 C la besó en la mejilla con ternura y siguieron comiendo el sanguche
mirando juntas hacia la calle. La promesa estaba hecha. Ya no había
nada mas que decir.


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