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Mostrando entradas de agosto, 2018

México es mágico II

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II-Cenote Salimos con el Charrúa para Puerto Morelos entre un millón de recomendaciones y su sólita frasecita “ no te vayas a achicar, eh?” Habíamos decidido esa mañana, en menos de dos minutos, que necesitábamos sanar de una vez invocando a las aguas milagrosas de los cenotes, luego de todo un lunes de intoxicación y cama. Claramente una maldición de los dioses por abusar del picante local. Esta vez ofendí al mismísimo Moctezuma porque quedé tirada 24 horas boqueando cual pez moribundo. Cuando llegamos a Kin Ha lo primero que vi al bajar del auto fueron dos cruces inmensas de madera tallada y debajo de ellas cuatro bicis, algunos gatos flacos, la virgen de Guadalupe, un San la muerte, varias máscaras rituales, las banderitas de colores de plástico, botellas de cerveza casi vacías de alguna noche de fiesta y un lorito fotogénico. Todo junto, en menos dos metros cuadrados. ¡Y que viva México cabrón! Una vez adentro, encaramos directo al primer cenote. Un agujero en...

México es mágico

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  I-El milagro de Chichen Itsá En México la magnitud física “tiempo” se rige   por la vanguardista mecánica relativista, y esto, claro, tiene sus dobleces. El termino característico que lo representa es el “ahorita”. Ahorita podría ser ya mismo, en una hora, mañana o quizás nunca…todo depende de quién sea el observador y quién o qué lo observado. Un sano consejo para no sufrir grandes ataques de ansiedad como foráneo es sumarse a esta línea de pensamiento sin luchar, por eso   el 25 de diciembre del 2014 nos entregamos de lleno a la relación   tiempo /espacio /ahorita. Como en todas partes del mundo, en Los Estados Unidos Mexicanos (aaahhhh esa no la sabían, no?) el 25 de diciembre es el día nacional de los muertos vivos. Muertos (de calor) que andan deambulando lentamente dentro de las casas, recuperándose de la noche del 24, en silencio, recogiendo cosas sueltas y rearmándose física y espiritualmente para las fiestas venideras. ES el dia ideal para relaja...

Eclipse

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El bullicio y recambio constante de gente en el bodegón lo hacían transpirar más de lo normal. Había imaginado poder embriagarse con tranquilidad, pero con eso de la luna roja, todos los lugares de San Javier estaban llenos de turistas, perturbando la calma tucumana. Sentado, con una copa a medio terminar, miraba hacia un punto fijo hundido en sus cavilaciones. Solo algunas siluetas femeninas le arrastraban unos segundos la mirada, pero ninguna le interesaba. Las mujeres en general le llamaban poco la atención, o muchísimo, pero solo por un breve período. Lo único relevante para él era la música y muy a su pesar, la suya no terminaba de conformarlo. Un grupo interrumpió sus pensamientos al entrar al lugar. No eran locales, demasiado llamativos para serlo. Porteños, pensó, sintió inmediato rechazo por ellos, decidió no dedicarles un segundo más de su tiempo y corrió la vista hacia la ventana. En el camino sus ojos se cruzaron con otros, justo cuando algo cambiaba en l...

Y cómo es él?

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 Él arrastra los pies lento, lleva una guitarra en una mano y con la otra va tanteando al vacío. No se presenta. No cuenta la historia de su vida a oscuras, ni el drama de ser ciego o de vivir en la calle.              Canta.               Tantea al vacío y su melodía genera en el vagón un silencio que me deja frágil. Lo miro fijo, con la impunidad con que se mira a un ciego mientras camina y me pregunto que es ese malestar que crece a cada paso suyo. Mis ojos se detienen en la bolsa de nylon verde que se va llenado de monedas. Parece no importarle. No agradece, solo canta. ¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti?   Empiezo a sentirme rara, siento una tristeza que va creciendo y que duele. Y el dolor sin razón alguna se transforma en enojo. Cada vez , mas grande, mas irracional. Ciego de mierda ¿Quién se cree?   ¿Por qué me arruina ...

Enero Rojo Vivo

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Sentada en las mesitas de afuera Agustina abría y cerraba el libro en un tic nervioso. Todo la distraía, desde los ruidos de los autos hasta el calor que se desprendía del asfalto pegajoso en la avenida. Estar esperándolo en la vereda en pleno enero era una tortura y hubiese sido mucho mejor estar adentro del bar, amparada por el aire acondicionado a 19 grados. Pero desde adentro podía llegar a no verlo y no podía perderse esa oportunidad de encuentro.   Acalorada, trató de no tocarse la cara, estaba muy maquillada y sentía como lentamente empezaba a correrse la pintura.   Sobre todo en los ojos. Water proof las pelotas, pensó mientras recordaba la fortuna que había gastado en ese rímel de marca. Miró su reloj,   1.55, cada vez faltaba menos. Sabía que él salía de la facultad a las dos de la tarde y caminaba por Córdoba hasta la parada del 99. El paso por el bar era inevitable. Intentó repasar en su cabeza el discurso que había preparado, mientras sacaba del ser...