Y cómo es él?
Él arrastra los pies lento, lleva una guitarra
en una mano y con la otra va tanteando al vacío. No se presenta. No cuenta la historia
de su vida a oscuras, ni el drama de ser ciego o de vivir en la calle.
Canta.
Tantea al vacío y su melodía genera en el vagón
un silencio que me deja frágil. Lo miro fijo, con la impunidad con que se mira
a un ciego mientras camina y me pregunto que es ese malestar que crece a cada
paso suyo. Mis ojos se detienen en la bolsa de nylon verde que se va llenado de
monedas. Parece no importarle. No agradece, solo canta.
¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti?
Empiezo a sentirme rara, siento una tristeza
que va creciendo y que duele. Y el dolor sin razón alguna se transforma en
enojo. Cada vez , mas grande, mas irracional.Ciego de mierda ¿Quién se cree? ¿Por qué me arruina el día con su cancioncita
cursi? La congoja avanza, quiero llorar, quiero gritarle que se calle de una
vez, que se consiga una changa en otro tren, un plan trabajar, no se… pero que deje de hacer
eso que está haciendo. El sigue sin apuro su marcha y en ella su voz va calando
cada vez más hondo. Me paro enérgica. La gente mira y no quiero parecer una
loca ataca ciegos, así que busco un par de monedas como excusa para acercarme a
él.
Pregúntale…a que dedica el tiempo libre
Me cuesta alcanzarlo, cada paso es
una puntada en el pecho, pero ya casi. Apunto a su bolsita verde, dejo caer las
monedas lista para cantarle las cuarenta y en ese momento:
¿De dónde es?
Puf.
La angustia se disuelve en el aire.
Una energía de big bang se desprende
de mi cuerpo y en él en cambio, se concentra como un golpe en la boca del estómago.
El sonido de sus pies contra el piso se hace más denso. Desencajada vuelvo a mi
lugar, algo que llevaba hacía tiempo adentro ya no está.
Sonríete, que no sospeche que has llorado
Trato de dale forma a lo que acaba de
ocurrir, la conclusión es ridícula y aun así se repite irrefutable
dentro de la cabeza. Las monedas son solo conductores. El está acá para otra cosa.
Pregúntale…porque ha robado un trozo de mi vida
En su canción se adivina que a él
también le quitaron algo que adoraba. Fue quizás alguna vez uno de nosotros, otro
pasajero cotidiano. Ahora, así roto por dentro, vaga cantando su pena y
cargando la de otros. Arrastra su cuerpo medio rancio, medio deforme y deja una
estela entre los pasajeros mientras sus pies reptan de vagón en vagón. Un hombre de traje con la expresión vacía, sonríe
con melancolía a la ventanilla. Una adolescente suelta el celular por un momento y busca por sobre su hombro conectarse con una mirada. Otros tienen los ojos cerrados, en un gesto de consuelo, como si
alguien les acariciara la cabeza.
Ahora el tren se detiene y las puertas
escupen al ciego que nos deja otra vez solos con
la última frase en el aire.
Algunos la tararean sin casi darse cuenta, otros la cantamos bajito para aflojar el nudo en la garganta
Algunos la tararean sin casi darse cuenta, otros la cantamos bajito para aflojar el nudo en la garganta
Es un ladrón…
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